Visitas:

martes, 18 de junio de 2013

Y el dolor de regalo.

¿Cuándo se torció todo? Es decir, ¿En qué momento hice tanto la gilipollas que decidiste poner puntos suspensivos a un cuento que ya tenía un final asignado? ¿En qué momento decidiste que no querías seguir besándome a mí, ni escuchando mis gilipolleces, que no querías que fuera yo aquella que te susurrara lo típico de ''Tranquilo, todo saldrá bien'' mientras te abrazaba? Te costaría, eh. Lo que sí que no te costó fué olvidarme. Joder, qué fugaz, cariño. Casi tanto como lo nuestro. No, en serio, dime cómo cojones tienes tanta capacidad para olvidarme, que quiero aprender a hacerlo con tanta rapidez que tú.
Y, no sé, cielo, no te echo a tí la culpa, sería que nuestros labios están hechos para pelear, y no para besarse, algo del destino, no teníamos que ser. 
Y no fuimos. 

Retomando el tema inicial, quiero que me digas porqué decidiste echarlo todo por la borda, cabrón, podría haber sido una pelea más, una de tantas, de esas que acaban con los dos por el suelo besándonos, mientras sonreímos y nos juramos no volver a pelear, -aunque sepamos que mentimos-.

No hay comentarios:

Publicar un comentario